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Paseo por la historia

A mediados del tercer trimestre decidimos visitar las instalaciones “Refugios Antiaéreos” que parten del Centro de Interpretación de Alicante. Estas instalaciones fueron abiertas al público a primeros del pasado año y constan de una sala de exposiciones y dos refugios antiaéreos habilitados para su visita; uno situado en la plaza Séneca, antigua estación de autobuses, y otro en la plaza Dr. Balmis. Realizamos la visita con el grupo de primero de FP Básica.

La sala de exposiciones está cercana a la primera plaza y es un edificio industrial de primeros del siglo XX. Como curiosidad, cabe resaltar que en la reja exterior del edificio se pueden observar los daños causados por la munición y la metralla de bombardeos cercanos ya que en tiempos de la guerra el edificio fue sede de los sindicatos más importantes.

La sala consta de tres recintos. En la recepción se pueden observar diferentes paneles explicando los múltiples bombardeos que Alicante sufrió durante la Guerra Civil Española y el papel que esta ciudad jugó en la contienda. El segundo y tercer espacio están actualmente cerrados, allí se exponían diferentes dioramas y maquetas centradas principalmente en el bombardeo que el mercado de Alicante sufrió el 25 de mayo de 1938. Un hecho poco conocido y sin embargo uno de los más cruentos de la guerra civil. A las once y cuarto de la mañana y coincidiendo con la llegada al mercado de un cargamento de pescado procedente del puerto, nueve aviones italianos Savoia S-79 procedentes de la base Nacional de Mallorca dejaron caer más de 
noventa bombas sobre el mercado. Quizá la mala fortuna o quizá el que los aviones dieron un rodeo para atacar desde el interior y no desde el mar, hizo que no sonara la alarma antiaérea, cogiendo desprevenidos a cientos de personas civiles que aprovechaban para reabastecerse de alimentos. La poca precisión de los bombardeos de la época hizo que solo algunas bombas impactaran en el mercado, afectando principalmente a la zona exterior del mismo, antiguo mercado de verduras, causando una catástrofe menor de la que hubiera podido acontecer. Actualmente, en el Mercado Central de Alicante se exhibe el reloj que presidía su fachada detenido a las 11:15h.

Diversas historias especulan acerca de la premeditación y planificación del bombardeo,  aunque es muy complicada la corroboración de estos hechos porque tras la rendición de Alicante la documentación pasa a manos del gobierno Franquista que archiva los datos en el registro municipal.
Tras el bombardeo, y la posterior capitulación de Alicante como última ciudad republicana, el hecho se silencia. Mientras que otros bombardeos similares como el de Guernica  son tomados como símbolos de la barbarie bélica y exagerados en su difusión, el bombardeo de Alicante no cobra mayor relevancia aunque es denunciado por el gobierno Republicano a instancias internacionales. Resultado del mismo fueron alrededor de trescientos muertos, todos civiles,  entre los que se encontraban hombres, mujeres y niños. Sin embargo, muy pocos habitantes de la ciudad de Alicante, gente joven y de mediana edad, conocen estos hechos.

Otros dioramas mostraban el aeródromo de Rabasa, barrio periférico de Alicante, donde se ensamblaban los míticos aviones Polikarpov junto con unas instalaciones en las cuevas de Canelobre, donde se acoplaban los motores. También algunas defensas antiaéreas básicas en las costas levantinas.

En la tercera sala se encontraban piezas más grandes entre las que destacamos dos proyectiles, uno alemán y otro ruso, que no llegaron a detonar. También encontrábamos un coche de bomberos de la época y maquetas de diferentes aviones utilizados en los bombardeos. Diferentes vitrinas y maniquíes mostraban los uniformes, las armas y diferentes pertrechos utilizados por las tropas Fascistas y Republicanas durante la contienda. También algunos displays nos contaban las historias de soldados locales que combatieron en los diferentes  bandos.

La visita finaliza con el acceso a los refugios antiaéreos situados bajo la plaza. Unas angostas escaleras acceden a un recinto rectangular jalonado por muros alternos a ambos lados, que evitaban que las ondas expansivas de las bombas pudieran causar mayores daños en caso de que algún proyectil penetrara la estructura. El espacio es lóbrego y claustrofóbico. Algunos bancos de madera bajo pintadas que recordaban que debíamos ceder el asiento a los ancianos y los niños, junto con otros que recordaban que debíamos guardar silencio ante la posible presencia de espías; muchos de ellos acompañados por dibujos muy esquemáticos, ya que en aquellos años la proporción de analfabetos era significativa. No es difícil, con un poco de imaginación, situarse en medio de un bombardeo corriendo entre la gente para acceder a uno de estos refugios donde se apiñarían cientos de personas aterrorizadas.

A pocos metros de estos refugios se encuentran los de la plaza Dr. Balmis. Estos refugios están construidos de una forma muy diferente a los anteriores, son mucho más profundos, pues no disponían de una losa de hormigón sobre ellos para protegerlos, su estructura interior es abovedada y con numerosos arcos que reparten mejor el peso de la estructura en caso de colapso. Las estancias son angostas pero disponen todas de bancos corridos de obra y el suelo está asfaltado. La construcción de este refugio fue promovida con fondos privados y no públicos como el anterior, así que dispone de ciertas “comodidades” de las que carecía el otro refugio. Un diorama con zapatos antiguos representa como se podrían disponer centenares de personas en los diferentes cubículos.


Finalmente, salimos por las empinadas escaleras donde el sol nos deslumbra tras la oscuridad del refugio. Una sensación reconfortante nos invade al comprobar que son hechos pasados, sin embargo la cercanía en el tiempo y la proximidad geográfica hace que abandonemos el refugio con cierta inquietud.


Muchas veces conocemos los grandes hechos históricos acontecidos en países lejanos y desconocemos los sucesos que han sucedido en nuestro barrio o en nuestra ciudad.

Una visita muy recomendable para los amantes de la historia.


Juan M. Hurtado

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